En un contexto de calentamiento global, la ganadería está acusada de ser parte del problema por las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la actividad. Desde varios sectores se propone disminuir el consumo de carne o directamente excluir la ganadería como actividad económica. Las acusaciones son ciertas para algunos tipos de ganadería, pero falsas para la ganadería regenerativa. Veamos los grandes sistemas de producciones ganaderas:
La ganadería extensiva, predominante en la Patagonia y el mundo, incluye sistemas de bajo nivel de insumos y baja productividad. Normalmente sostiene cargas bajas, en pastoreo continuo. Es responsable de la desertificación de tierras áridas y semiáridas, de la deforestación de vastas áreas boscosas y el uso sistemático del fuego en zonas subtropicales. Solo es rentable a gran escala, los productores pequeños y medianos producen a pérdida o con muy bajo margen. La Patagonia es un ejemplo contundente de la inviabilidad de la ganadería extensiva, con 30% de campos abandonados, caída de stocks, crisis de las industrias y despoblamiento rural.
La ganadería intensiva. Durante mucho tiempo se pensó que para que un campo sea rentable había que hacer un uso mas intenso de insumos. Las opciones de intensificación incluyen el riego, la siembra de pasturas y cultivos forrajeros, la fertilización de mallines, el uso de reservas forrajeras, la intersiembra, el uso de suplementos, etc. Además de generar costos adicionales y dependencia de insumos externos, la intensificación incrementa la huella de carbono total del predio. A pesar de estar propuestas desde hace mas de 5 décadas, el porcentaje de adopción de estas prácticas es bajo, ya que requiere mayor capital circulante y aumenta el riesgo económico.
La ganadería industrial está en el extremo de la intensificación con la confinación de animales a corral (feedlots). Tiene una elevada huella de carbono, no solamente por las emisiones de los animales y sus efluentes, sino también por la huella de los alimentos. Esta forma de manejo no cumple con los requisitos básicos de bienestar animal. La composición química de las carnes tiene predominancia de ácidos grasos Omega 6, de efecto negativo demostrado sobre la salud. Este modelo es altamente dependiente de las relaciones de precios. Reduce el riesgo climático, pero aumenta el riesgo financiero por desacoples entre el precio de la hacienda y el precio de los alimentos.
La ganadería regenerativa es un nuevo paradigma de producción ganadera. Se trata de modelos de alta producción y bajo nivel de insumos que parecían imposibles para el enfoque ganadero convencional. Se logra utilizando Manejo Holístico u otros métodos que permitan alternar eventos de pastoreo con pulsos largos de descanso En la ganadería regenerativa la rentabilidad se logra como consecuencia del aumento del capital social (conocimientos y compromiso de las personas) y del capital biológico (biodiversidad, captura del agua de lluvia y aumento del carbono en suelo) El bienestar animal encuentra aquí su máxima expresión. La carne es terminada a pasto y tiene alto contenido de ácidos grasos Omega 3, de efecto beneficioso para la salud humana. En Patagonia se aplica desde 2008, en más de 400.000 hectáreas, con resultados excelentes en términos de regeneración de los campos y mejoras de la economía de los productores.

 

Principios de la ganadería regenerativa

    1. Requiere pensar en forma holística y no lineal. Todo comienza con la manera de tomar decisiones.
    2. Biomímica: consiste en imitar el diseño natural y promover el pleno funcionamiento de los procesos ecosistémicos. Busca sistemas perennes, con alta biodiversidad.
    3. Que el agua de lluvia se quede donde cae. Recuperar la capacidad de infiltración y retención de agua de los suelos, para que pueda ser aprovechada por las plantas.
    4. Promover suelos biológicamente activos, con alta proporción de micorrizas, que proveen fertilidad natural.
    5. Incorporar/mantener árboles en el paisaje productivo.
    6. Poner en pleno funcionamiento la bomba de carbono. Los pastizales y praderas funcionan como bombas que secuestran carbono del aire y lo almacenan en el suelo. La planificación del pastoreo permite optimizar esta función, alternando períodos de carga (descanso) y de descarga (pastoreo).

 

¿Cómo se define si un predio es regenerativo o no?

La regeneración ambiental se puede medir con parámetros objetivos. Esto permite distinguir los predios que realmente regeneran de aquellos que usan el término para obtener ventajas comerciales. El EOV (Ecological Outcome Verification) fue desarrollado por Ovis 21 (www.ovis21.com) y hoy es utilizado en la Red de Nodos del Instituto Savory ( https://savory.global) para medir la regeneración en todo el mundo.
Un predio se está regenerando cuando: aumenta/mantiene la cobertura del suelo; incrementa la infiltración del agua de lluvia; enriquece la biodiversidad del suelo, vegetación y fauna; aumenta la productividad primaria (fotosíntesis y biomasa) con el consecuente impacto en la producción; y aumenta el contenido de carbono en el suelo. Los predios regenerativos combaten el cambio climático al secuestrar carbono del aire y almacenarlo en forma de materia orgánica en el suelo.

 

Proteínas con huella de carbono negativa

Los estudios de ciclo de vida de distintas proteínas disponibles para consumo humano coinciden en que la carne de vaca producida en forma tradicional (parte a campo y parte a corral) tiene la mayor huella de carbono conocida, estimada en alrededor de 33 kilos de CO2 equivalentes por kilo de carne. Las carnes de aves y cerdos reducen este valor a 6 y 9 kilos respectivamente. Las fake burgers (hamburguesas de soja que imitan a la carne) reducen esta huella a 4-5 kilos de CO2 por cada kilo de carne. La pasta de soja (tofu) tiene una huella de 2 kilos de CO2 por kilo. La carne artificial, sintetizada en laboratorio, tiene un precio exorbitante y su huella de carbono es desconocida, aunque estaría por encima de los valores mencionados. Entre las opciones mencionadas no hay proteína para consumo humano que no tenga tras de sí una huella positiva de carbono.
La carne proveniente de sistemas regenerativos tiene una huella de carbono negativa, esto es, por cada kilo de carne producida se secuestran entre 3 y 400 kilos de CO2 equivalente del aire. Considerando un secuestro mínimo de 1 tonelada de CO2/ha/año , por cada kilo de carne de cordero patagónico se secuestran alrededor de 400 kg CO2. Es la única opción nutricional que ayuda al planeta. Al mismo tiempo, se genera un producto de alta calidad, sistemas productivos resilientes, biodiversos, con excelente funcionamiento de los procesos ecosistémicos y se genera empleo de calidad en el medio rural.

 

Servicios ambientales: lo que se viene

Ante el avance del calentamiento global, muchas empresas están tomando compromisos de ser carbono-neutrales antes de 2030. Esto implica que medirán su huella de carbono, realizarán planes de mitigación y el saldo que refleja sus emisiones deberán compensarlo comprando créditos de carbono en el Mercado Voluntario. Los productores regenerativos pueden acceder al mercado voluntario a través de Ruuts, (www.ruuts.la) una empresa B que provee una plataforma que permite generar, verificar y comercializar créditos de carbono. Los créditos que corresponden a secuestro de carbono con un enfoque de mediciones sucesivas (EOV) son los más valiosos y menos abundantes en el mercado.
Estos mercados permitirán que los productores regenerativos sean retribuidos por su valiosa contribución a la solución del cambio climático. En Patagonia el valor del carbono secuestrado puede superar al de la producción ganadera, e implica una redefinición del rol del productor agropecuario.

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